Ser Secretario General de un partido no debe ser fácil, te elijan por primarias, lo heredes del líder anterior, o resultes elegido de un Congreso (democracia indirecta), y no seré yo quien caiga en simplificaciones, pero mantener una autoridad moral y real dentro de la organización debe ser una de las premisas indispensables.
Pedro Sánchez llegó a la Secretaría General del PSOE tutelado por la federación andaluza y el entonces Secretario de Organización, José Blanco, y refrendado por el voto de los militantes. Él aceptó este tutelaje estratégico para ganar en las primarias de 2014, pero hete aquí que los mismos que le auparon forman parte de la rebelión, a la que se han ido sumando otros damnificados por la gestión de la ejecutiva Sánchez. Así que en este reparto de responsabilidades sobre la situación interna a la que ha llegado el partido, todos tienen una participación (por no haber gestionado los tiempos, por mantener un liderazgo irreal dentro de la organización, por retrasar una decisión y ejecutarla de un modo impreciso) pero el principal responsable digo yo que será la dirección del partido.
La semana pasada asistimos a una pelea por el control de la organización interna, empezando el lunes por una resistencia del Secretario General a dimitir aunque su postura no fuera la aceptada por el Comité Federal, seguida por la reacción de las federaciones discrepantes por el inmovilismo del entorno Sánchez, y la utilización de todas las estrategias posibles para ganar en este enfrentamiento. El victimismo, la búsqueda del enfrentamiento entre las partes y las medias verdades no pueden llevar a alcanzar o mantener un liderazgo, que necesita de otras capacidades. Los llamados “críticos” no son un sector homogéneo, no todos están a favor de la abstención a Mariano Rajoy, no tienen la misma visión sobre la estructura territorial del Estado, ni una misma visión de alianzas políticas (véase Ximo Puig en Valencia con Podemos y Compromís), pero sí tenían en común desalojar a la actual ejecutiva del poder central del partido. Cuando tienes a tantos en contra y tan distintos, igual eres más un problema que parte de la solución.
Porque el PSOE necesita claramente una salida a sus problemas; la definición de un proyecto identificable y de izquierdas en este sistema de partidos que ha cambiado drásticamente es el más inmediato, pero no el único. El cambio de la sociedad española desde el 15M a aquí, la capacidad de los ciudadanos para informarse y participar, la baja militancia en los partidos tradicionales y la militancia líquida en los nuevos, la transparencia impuesta en el funcionamiento de los partidos (twitter, la retransmisión en directo de La Sexta durante 12 horas son claro ejemplo), la coordinación de las primarias y los congresos son muchas de las cuestiones a resolver.
A veces hay que deshacerse para volver a recomponerte, y la búsqueda de un nuevo liderazgo no es un camino fácil, que se lo digan a IU, a Podemos o a CIU; y llevará su tiempo. La crisis Borrell-Almunia también parecía el fin de la organización en 1999 y en 2004, José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido Presidente del Gobierno, claro ejemplo que los partidos con historia son capaces de recomponerse varias veces, en sus manos está. De lo que no hay duda es que este país no es el mismo desde el movimiento de los indignados, y todos los partidos han resultado afectados, incluido el PP, aunque ahora no lo veamos, y probablemente lo apreciemos en diferido.
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