Tengo poco que decir, quizá nada. La propuesta que presentó el grupo municipal de Ciudadanos para que se realice mediante votación popular la elección de quien tire el chupinazo es toda una declaración de intenciones. No, eso es poco, es toda una tesis doctoral. ¿En qué consiste la democracia? En votar, fundamentalmente en votar. Así que para abrir las instituciones a la ciudadanía tenemos que votar. Podemos votar a nuestros representantes de Eurovisión y elegir a Chikilicuatre, podemos votar a quien se expulsa de Gran Hermano o de la Isla de los Famosos, podemos votar en la redes sociales, darle al like o al no like, y para que no se acuse al feisbuc de bipartidista últimamente han puesto otras opciones, una carita alegre, otra llorando y una tercera de manifiesto enfado. Votar es una palabra mágica que resume el espíritu de una época, quien no quiere votar se convierte casi, casi en enemigo de la democracia “Si no votas luego no tienes derecho a quejarte” es uno de esos mantras cansinos que se repite una y otra y otra vez en todas las conversaciones de café. El voto es taumatúrgico puesto que es la solución a todos los problemas. Los partidos piden el voto porque ellos están allí para hacer cosas, por ejemplo para elegir a un Presidente de Gobierno, para llegar a acuerdos o para no llegar a esos mismos acuerdos. Votar es la fiesta de la democracia.
¿Y lo demás? Bueno, lo demás es cuestionable. Eso de la movilización, las huelgas, las manifestaciones, los escarches, las sentadas… todo eso está tolerado. Incluso nuestro sistema tolera la libertad de expresión, eso sí, dentro de un orden. Por ejemplo, a los Titiriteros se les tuvo que meter un buen susto en el cuerpo para que dejen de hacer y decir tonterías. Y los Titiriteros son un buen ejemplo de lo que digo porque eran nada más y nada menos que anarquistas, de la CNT, y como todo el mundo sabe esos no votan.
Pero no nos desviemos, la propuesta de Ciudadanos merece un alto en el camino. Habrá un antes y un después porque la democracia ha llegado a los elementos más populares de nuestras fiestas. ¡Qué satisfacción poder elegir al lanzador (o lanzadora) del cohete el día 9 de agosto! ¿Una reflexión sobre el modelo de fiestas? ¿Un análisis de las actividades programadas para los preadolescentes? ¿Una recuperación de la fiesta en la calle? ¿Hablamos de los toros? ¿Y de las reinas de la belleza, perdón quise decir de las Mairalesas, tan sólo un poquito y aunque sea a favor? No, mire usted, esos debates que están en la calle son cosas de cuatro rojos que están en contra de las tradiciones, aquí lo que hace falta es modernizar las fiestas incorporando algo tan democrático como votar, elegir a alguien.
Pero eso sí, votar según y como. ¿Votar los catalanes? Ni se les ocurra oiga, que las leyes son las leyes. ¿Votar el Brexit? Menudo error es ese de someter decisiones importantes a la población, en eso hay unanimidad, tanto PP como PSOE piensan que no debería haberse producido esa votación. ¿Votar la reforma del 135 de la Constitución? ¡Menuda desfachatez! ¿Pero qué se ha creído usted? ¿Y votar las grandes líneas de inversión municipal? No, eso no, que para algo están los concejales.
Al final, como hay mucho demagogo suelto y los populistas campan a sus anchas por las calles y plazas de este país llegamos a la conclusión que no se puede votar cualquier cosa, sólo algunas, por ejemplo a quien lanzará el chupinazo o a Mariano Rajoy.
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